Nociones Generales de Etica
1.1. Las palabras “ética” y “moral”
“Ética” proviene de la palabra griega “ ”, la cual significa aquello relativo a la moral
(Liddell & Scott 1996: 766). Esta palabra griega es una derivación de otra más
básica, “ethos”, que se escribe de dos maneras muy parecidas; apenas las distingue
una letra. Una de ellas es escrita con la “eta” (η): “ηθος”. La otra con la épsilon (ε):
“εθος”. Las dos letras se traducen al español con la “e”. Algunos filósofos y lingüistas
han establecido precisiones en sus significados.
“Ethos” (ηθος) alude a la residencia, morada, el territorio donde habitan no sólo
los hombres sino también los animales; en cuanto tal, alude al país, a la realidad
histórico-geográfica donde se vive. Con este significado aparece “ηθος” en los poemas épicos de Homero. El otro significado principal es el de carácter o modo
de ser (Liddell & Scott 1996: 766), lo contrario al sentido biológico de temperamento.
El carácter es aquello que se adquiere paulatinamente a través de la
educación y la convivencia; el temperamento es dado por la naturaleza. Como
dice Aristóteles, la piedra por naturaleza cae hacia abajo y no puede ser educada
a moverse hacia arriba, ni siquiera si se lo intenta tirándola diez mil veces hacia
arriba (Aristóteles 1941: 952 [1103a20-25]). El carácter de un ser humano sí
puede ser educado; se le puede enseñar a conducirse de una manera diferente.
“Ethos” (εθος), por su parte, tiene el significado de hábito o costumbre (Liddell &
Scott 1996: 480). Entonces, se pude advertir tres distinciones: (1) al interior de
“ηθος”, entre morada y carácter; (2) exteriormente, entre carácter y hábito; y (3)
entre morada y hábito.
Sin embargo, no hay una exclusión entre estas distinciones. En los léxicos de la lengua
griega se da a “costumbre” como acepción segunda de “ηθος” (carácter). La
costumbre puede ser hábito o el modo habitual de obrar o proceder, establecido
por la repetición de los mismos actos, por lo cual llega a adquirir la fuerza de un
precepto. Esta repetición permite precisamente lograr el carácter. De esta manera,
la costumbre enlaza a “ηθος” (carácter) con “εθος” (hábito). Y la repetición de los
actos iguales que constituyen al hábito supone el lugar geográfico donde ocurren. El
territorio donde se habita es la fuente de los actos propios.
La disputa respecto a si uno de los significados es anterior y principal, y el otro posterior
y secundario, acontece principalmente por un interés filosófico particular que
intenta situar a la ética en relación a las demás disciplinas filosóficas. Por ejemplo,
“ηθος” (morada) es más básico para el filósofo alemán Heidegger, ya que defiende
una postura en la que la verdadera ética —la ética original— es una manera de pensar
el modo en que el ser humano está en el mundo. Esta ética original poco tendría
que ver con los actos que crean el hábito y los hábitos que crean el carácter. Pensaría
principalmente el modo de morar, el cual está determinado finalmente por la
relación con el acto de ser. De esta manera, el “εθος” (el hábito) resultaría secundario,
una derivación de “ηθος” o morada (Heidegger 1959: 57-58). En Aristóteles se
diluye más bien el significado de morada, porque el filósofo griego presenta una ética
en la que el ser humano se esfuerza por ser virtuoso llevando a cabo actos regulares
que crean hábitos. En este caso, la virtud moral involucra el control racional de los
deseos, lo cual es posible cuando se sigue un término medio y se evita los extremos,
así como la valentía es el término medio entre la impetuosidad (lo totalmente espontáneo)
y la cobardía (Aristóteles 1941: 959-60 [1107b1-5]). ETICA A NICOMANO
Siendo el “εθος” o hábito esencial para la adquisición del carácter virtuoso, Aristóteles
considera a la palabra “ηθος” o carácter moral como derivada de la primera
(Aristóteles 1941: 952 [1103a14-18]).
De cualquier modo, resulta imperioso mantener los tres significados de “ethos”. Desde
una perspectiva contemporánea, eliminar la significación de morada geográfica
impediría tratar al carácter, los hábitos y los actos con relación al territorio donde se los realiza, lo cual haría olvidar la relación que tiene el ser humano con su entorno
natural o medioambiental. Dada la crisis ecológica que afecta al planeta, nadie puede
ahora darse ese lujo.
Este olvido parece ya hallarse en la traducción latina. “Moral” proviene de “moralis”,
palabra que aparentemente fue acuñada por Cicerón para traducir el vocablo griego
“ηθικος”, lo ético o moral (AA. VV. 1968: 1133; Liddell & Scott 1996: 766). “Moralis”
deriva de “mos” y cuenta con varios significados: una práctica, una costumbre o
un uso establecidos; los hábitos de una comunidad; la conducta habitual de un individuo
o un grupo, pero también la de los animales y las cosas; el carácter y la manera
de hacer algo, especialmente si se halla de acuerdo con las costumbres de una
determinada comunidad (AA. VV. 1968: 1136-37). Como se puede advertir, entre
estos significados apenas hay una referencia velada al lugar físico donde se consolidan
los hábitos y el carácter. Actualmente, en el uso cotidiano y en los diccionarios,
la referencia geográfica ha desaparecido de “ética” y “moral”.
“Ética” proviene de la palabra griega “ ”, la cual significa aquello relativo a la moral
(Liddell & Scott 1996: 766). Esta palabra griega es una derivación de otra más
básica, “ethos”, que se escribe de dos maneras muy parecidas; apenas las distingue
una letra. Una de ellas es escrita con la “eta” (η): “ηθος”. La otra con la épsilon (ε):
“εθος”. Las dos letras se traducen al español con la “e”. Algunos filósofos y lingüistas
han establecido precisiones en sus significados.
“Ethos” (ηθος) alude a la residencia, morada, el territorio donde habitan no sólo
los hombres sino también los animales; en cuanto tal, alude al país, a la realidad
histórico-geográfica donde se vive. Con este significado aparece “ηθος” en los poemas épicos de Homero. El otro significado principal es el de carácter o modo
de ser (Liddell & Scott 1996: 766), lo contrario al sentido biológico de temperamento.
El carácter es aquello que se adquiere paulatinamente a través de la
educación y la convivencia; el temperamento es dado por la naturaleza. Como
dice Aristóteles, la piedra por naturaleza cae hacia abajo y no puede ser educada
a moverse hacia arriba, ni siquiera si se lo intenta tirándola diez mil veces hacia
arriba (Aristóteles 1941: 952 [1103a20-25]). El carácter de un ser humano sí
puede ser educado; se le puede enseñar a conducirse de una manera diferente.
“Ethos” (εθος), por su parte, tiene el significado de hábito o costumbre (Liddell &
Scott 1996: 480). Entonces, se pude advertir tres distinciones: (1) al interior de
“ηθος”, entre morada y carácter; (2) exteriormente, entre carácter y hábito; y (3)
entre morada y hábito.
Sin embargo, no hay una exclusión entre estas distinciones. En los léxicos de la lengua
griega se da a “costumbre” como acepción segunda de “ηθος” (carácter). La
costumbre puede ser hábito o el modo habitual de obrar o proceder, establecido
por la repetición de los mismos actos, por lo cual llega a adquirir la fuerza de un
precepto. Esta repetición permite precisamente lograr el carácter. De esta manera,
la costumbre enlaza a “ηθος” (carácter) con “εθος” (hábito). Y la repetición de los
actos iguales que constituyen al hábito supone el lugar geográfico donde ocurren. El
territorio donde se habita es la fuente de los actos propios.
La disputa respecto a si uno de los significados es anterior y principal, y el otro posterior
y secundario, acontece principalmente por un interés filosófico particular que
intenta situar a la ética en relación a las demás disciplinas filosóficas. Por ejemplo,
“ηθος” (morada) es más básico para el filósofo alemán Heidegger, ya que defiende
una postura en la que la verdadera ética —la ética original— es una manera de pensar
el modo en que el ser humano está en el mundo. Esta ética original poco tendría
que ver con los actos que crean el hábito y los hábitos que crean el carácter. Pensaría
principalmente el modo de morar, el cual está determinado finalmente por la
relación con el acto de ser. De esta manera, el “εθος” (el hábito) resultaría secundario,
una derivación de “ηθος” o morada (Heidegger 1959: 57-58). En Aristóteles se
diluye más bien el significado de morada, porque el filósofo griego presenta una ética
en la que el ser humano se esfuerza por ser virtuoso llevando a cabo actos regulares
que crean hábitos. En este caso, la virtud moral involucra el control racional de los
deseos, lo cual es posible cuando se sigue un término medio y se evita los extremos,
así como la valentía es el término medio entre la impetuosidad (lo totalmente espontáneo)
y la cobardía (Aristóteles 1941: 959-60 [1107b1-5]). ETICA A NICOMANO
Siendo el “εθος” o hábito esencial para la adquisición del carácter virtuoso, Aristóteles
considera a la palabra “ηθος” o carácter moral como derivada de la primera
(Aristóteles 1941: 952 [1103a14-18]).
De cualquier modo, resulta imperioso mantener los tres significados de “ethos”. Desde
una perspectiva contemporánea, eliminar la significación de morada geográfica
impediría tratar al carácter, los hábitos y los actos con relación al territorio donde se los realiza, lo cual haría olvidar la relación que tiene el ser humano con su entorno
natural o medioambiental. Dada la crisis ecológica que afecta al planeta, nadie puede
ahora darse ese lujo.
Este olvido parece ya hallarse en la traducción latina. “Moral” proviene de “moralis”,
palabra que aparentemente fue acuñada por Cicerón para traducir el vocablo griego
“ηθικος”, lo ético o moral (AA. VV. 1968: 1133; Liddell & Scott 1996: 766). “Moralis”
deriva de “mos” y cuenta con varios significados: una práctica, una costumbre o
un uso establecidos; los hábitos de una comunidad; la conducta habitual de un individuo
o un grupo, pero también la de los animales y las cosas; el carácter y la manera
de hacer algo, especialmente si se halla de acuerdo con las costumbres de una
determinada comunidad (AA. VV. 1968: 1136-37). Como se puede advertir, entre
estos significados apenas hay una referencia velada al lugar físico donde se consolidan
los hábitos y el carácter. Actualmente, en el uso cotidiano y en los diccionarios,
la referencia geográfica ha desaparecido de “ética” y “moral”.
1.2. El ethos y la moral
En el lenguaje filosófico, “ethos” se ha convertido en un término técnico que se refiere
a las conductas de un individuo o de un grupo social. Se trata de la moral en
cuanto actos que crean hábitos, los cuales, a su vez, constituyen el carácter de los
seres humanos. La moral incluye un conjunto de normas que regulan esos actos.
Por esto mismo, incluye también valores sobre lo que es moral y lo que es inmoral.
Por ejemplo, un acto es el decir la verdad y no mentir. Cuando se lo repite a lo largo
de la vida, se crea en un individuo o en una comunidad el hábito de decir siempre la
verdad. El acto fue realizado para cumplir con una norma.
Las normas sociales declaran qué se debe hacer y qué no se debe hacer, es decir,
dan permisos o licencias y, a la vez, emiten restricciones o prohibiciones. Seexpresan por lo general en oraciones imperativas: “siempre di la verdad” o “nunca
mientas”. El hábito de decir siempre la verdad crea un carácter que supone unos
valores, con los que se considera a algo valioso y a su opuesto despreciable. El
carácter formado se basa en un conjunto de valores que estimaría positivamente
a la verdad y negativamente la mentira. Estos valores a su vez suponen otros. El
valor de la verdad puede basarse en el valor de la justicia y este valor, a su vez, en
el valor del bien… Cuando estos valores se hallan jerárquicamente ordenados, es
decir, cuando unos son considerados más fundamentales o básicos que otros, se
tiene un sistema de valores. El ethos contiene siempre tal tipo de sistema que permite
evaluar las acciones, juzgar si son valiosas o no, si están o no en conformidad
con una norma.
De esta manera, el “ethos” es el fenómeno de la moralidad, la manifestación de la
moralidad o el modo cómo ésta se presenta. Su modo de presentarse es muy complejo,
ya que lo hace con aspectos muy diversos. Lo que resulta indiscutible es que
no está ausente de ninguna cultura ni grupo social. Se habla de naciones o culturas
sin moralidad solamente para mostrarlas como inferiores y con el fin de justificar
el dominio y la imposición, lo que ha sido común en la colonización de culturas originarias.
No hay cultura que no tenga un sistema de educación mediante el cual se
crea el modo de ser o el carácter de sus integrantes a través de la regulación de las
conductas con normas.
El hecho de que toda cultura manifieste una determinada moralidad ha conducido
a caracterizar al ethos con la frase “facticidad normativa”. Esto quiere decir que la
moral es algo concreto y no simplemente ideas o imágenes en la mente, mera teoría.
La moral tiene una característica fáctica: hay hechos morales, se llevan a cabo
actos morales. Éste es su lado fáctico. Pero los actos se los realiza en conformidad
con normas. Éste es su lado normativo, el estar sujetos a normas, reglas o leyes
morales. Si se comprende al ser humano como un ser que constantemente realiza
actos a fin de existir, surge un sentido más del ethos: la necesidad. La facticidad
normativa acompaña necesariamente a la vida humana. Desde su primera infancia
el ser humano es educado e instruido para efectuar o promover ciertos hechos y
evitar o frenar otros. En la frase “facticidad normativa” se encuentra el significado de
necesidad en el sentido de inevitabilidad.
Dada la facticidad normativa por la que toda cultura cuenta con un ethos, no debe
extrañar que haya una multiplicidad de normas y actos morales que varían de cultura
a cultura. Esto se puede comprobar sin necesidad de observaciones metódicas
o científicas. Basta la experiencia de los conflictos cuando las opiniones respecto
a lo que se debe hacer no concuerdan en una sociedad compuesta por diferentes
culturas o naciones. Entonces, a las características del ethos se agrega la pluralidad
(Maliandi 1991: 14, 17), lo cual permite las expresiones como “ethos cristiano” o
“ethos musulmán”; “ethos comunitario” o “ethos individualista”; “ethos socialista” o
“ethos neo-liberal”…
En el lenguaje filosófico, “ethos” se ha convertido en un término técnico que se refiere
a las conductas de un individuo o de un grupo social. Se trata de la moral en
cuanto actos que crean hábitos, los cuales, a su vez, constituyen el carácter de los
seres humanos. La moral incluye un conjunto de normas que regulan esos actos.
Por esto mismo, incluye también valores sobre lo que es moral y lo que es inmoral.
Por ejemplo, un acto es el decir la verdad y no mentir. Cuando se lo repite a lo largo
de la vida, se crea en un individuo o en una comunidad el hábito de decir siempre la
verdad. El acto fue realizado para cumplir con una norma.
Las normas sociales declaran qué se debe hacer y qué no se debe hacer, es decir,
dan permisos o licencias y, a la vez, emiten restricciones o prohibiciones. Seexpresan por lo general en oraciones imperativas: “siempre di la verdad” o “nunca
mientas”. El hábito de decir siempre la verdad crea un carácter que supone unos
valores, con los que se considera a algo valioso y a su opuesto despreciable. El
carácter formado se basa en un conjunto de valores que estimaría positivamente
a la verdad y negativamente la mentira. Estos valores a su vez suponen otros. El
valor de la verdad puede basarse en el valor de la justicia y este valor, a su vez, en
el valor del bien… Cuando estos valores se hallan jerárquicamente ordenados, es
decir, cuando unos son considerados más fundamentales o básicos que otros, se
tiene un sistema de valores. El ethos contiene siempre tal tipo de sistema que permite
evaluar las acciones, juzgar si son valiosas o no, si están o no en conformidad
con una norma.
De esta manera, el “ethos” es el fenómeno de la moralidad, la manifestación de la
moralidad o el modo cómo ésta se presenta. Su modo de presentarse es muy complejo,
ya que lo hace con aspectos muy diversos. Lo que resulta indiscutible es que
no está ausente de ninguna cultura ni grupo social. Se habla de naciones o culturas
sin moralidad solamente para mostrarlas como inferiores y con el fin de justificar
el dominio y la imposición, lo que ha sido común en la colonización de culturas originarias.
No hay cultura que no tenga un sistema de educación mediante el cual se
crea el modo de ser o el carácter de sus integrantes a través de la regulación de las
conductas con normas.
El hecho de que toda cultura manifieste una determinada moralidad ha conducido
a caracterizar al ethos con la frase “facticidad normativa”. Esto quiere decir que la
moral es algo concreto y no simplemente ideas o imágenes en la mente, mera teoría.
La moral tiene una característica fáctica: hay hechos morales, se llevan a cabo
actos morales. Éste es su lado fáctico. Pero los actos se los realiza en conformidad
con normas. Éste es su lado normativo, el estar sujetos a normas, reglas o leyes
morales. Si se comprende al ser humano como un ser que constantemente realiza
actos a fin de existir, surge un sentido más del ethos: la necesidad. La facticidad
normativa acompaña necesariamente a la vida humana. Desde su primera infancia
el ser humano es educado e instruido para efectuar o promover ciertos hechos y
evitar o frenar otros. En la frase “facticidad normativa” se encuentra el significado de
necesidad en el sentido de inevitabilidad.
Dada la facticidad normativa por la que toda cultura cuenta con un ethos, no debe
extrañar que haya una multiplicidad de normas y actos morales que varían de cultura
a cultura. Esto se puede comprobar sin necesidad de observaciones metódicas
o científicas. Basta la experiencia de los conflictos cuando las opiniones respecto
a lo que se debe hacer no concuerdan en una sociedad compuesta por diferentes
culturas o naciones. Entonces, a las características del ethos se agrega la pluralidad
(Maliandi 1991: 14, 17), lo cual permite las expresiones como “ethos cristiano” o
“ethos musulmán”; “ethos comunitario” o “ethos individualista”; “ethos socialista” o
“ethos neo-liberal”…
En breve, el ethos en cuanto fenómeno moral es una facticidad normativa que remite
a normas y valores —múltiples y, la mayor de las veces, opuestos de cultura
a cultura—, que regulan los actos humanos que constituyen el carácter (modo de
ser o comportarse regularmente) de los seres humanos. Así, el ethos o moralidad
puede ser identificado con el acto de vivir humano. La “moralidad no es un
extraño artefacto, venido de un desconocido lugar, sino simplemente el reto de
vivir como hombre —mujer, varón— en el más pleno sentido de la palabra; cosa
imposible si no es a través de todas nuestras actividades y dedicaciones” (Cortina
1994: 9).
1.3. El ethos y la ética
Pese a que en el habla cotidiana se utiliza como sinónimos a las palabras “ética” y
“moral”, en filosofía se tiende a utilizar “ética” con el significado de disciplina filosófica
(la reflexión o estudio filosóficos) y “moral” con el de objeto de esa disciplina (sobre lo
que se reflexiona o estudia filosóficamente). Pero esta distinción no es fácil conservar
precisamente por el significado y lo que comporta el “ethos”. La distinción tendería
a afirmar que en la moralidad no hay reflexión o que el ethos sería totalmente
prerreflexivo. En este nivel el ser humano se comportaría de una manera totalmente
autómata, actuaría sin pensar ni cuestionar. Pero no es el caso. Cuando ocurren los
conflictos —y los hay constantemente— respecto a lo que se debe hacer sobre un
problema urgente en una determinada sociedad, se cuestiona las normas que guían
la acción y los valores que promueven esas normas. El cuestionamiento intenta establecer
que ciertas acciones, normas y valores son mejores que otros, con lo cual se
espera solucionar el conflicto. Esto implica ya una reflexión y un estudio que justifique
no sólo las acciones, sino también las normas y los valores. Al significado de “ethos”
se integra la reflexión y el estudio de la acción normada, sea individual o comunitaria.
El ethos o fenómeno de la moralidad abarca también todo esfuerzo por aclararlo a
través de la reflexión (Maliandi 1991: 11).
Es fácil advertir que no se debe esperar al filósofo para reflexionar sobre el fenómeno
de la moralidad. Al cuestionar una norma ya se está haciendo ética, es decir, ya
se está reflexionando. De esta manera, la ética, en un sentido amplio, pertenece al
ethos. Pero la reflexión alcanza otros niveles cuando se la realiza de manera sistemática,
atendiendo a las reglas, o principios enlazados entre sí, que provienen de
estudios anteriores. Esto es lo que ha sucedido y sucede en instancias académicas,
en las carreras de filosofía, en la disciplina llamada “ética”.
De cualquier manera, lo que esto muestra es que hay niveles diferentes de reflexión
en la ética. Por cierto, los que se desarrollan en las universidades no son exclusivos
de estas instituciones académicas. La historia del pensamiento enseña sobre muchos
pensadores que han desarrollado sistemas éticos al margen de las universidades.
Kierkegaard es un buen ejemplo. La crítica de un determinado ethos tampoco
se circunscribe a la academia. Nietzsche ha podido efectuar una de las críticas más certeras del ethos cristiano quizá precisamente por no haber estado controlado por
el sistema universitario.
Una manera de clasificar a la reflexión ética es la que sigue a continuación:
La reflexión que surge a partir de las discrepancias morales o del reconocimiento
de que no se sabe cómo actuar o cómo aplicar una norma a una situación
concreta. En este nivel se hace principalmente las preguntas: ¿qué debemos
hacer?, ¿lo que hacemos es moralmente correcto, se adecua a las normas
morales?
Cuando ya no es suficiente reflexionar para saber qué se debe hacer, sino que se
busca un fundamento o una justificación para la acción, la reflexión ha transitado
a otro nivel. En éste la pregunta principal es: ¿por qué debemos hacer lo que hacemos?
El hacerla descubre ya cierto descontento con la norma que guiaba la
acción. En última instancia aquí se busca y se critica el fundamento de la norma,
aquello donde ésta se apoya. Por lo general, la crítica intenta remplazar una norma
por otra considerada mejor.
Se advierte otro nivel cuando la tarea consiste en analizar el significado y el uso
de los términos morales. Las preguntas características son: ¿qué significa “bueno”,
“malo”?, ¿cuándo y en qué circunstancias se usa la palabra “bueno”? Como
se puede notar, la reflexión no consiste simplemente en realizar descripciones
etimológicas.
Un último nivel ocurre no solamente en la filosofía, sino también en la antropología
o la sociología. La intención es observar el fenómeno moral de manera totalmente
objetiva. La objetividad significa aquí el afán de neutralidad, desde la cual
se intentaría simplemente describir la facticidad normativa de una determinada
sociedad o grupo social.
Se debe subrayar que estas divisiones en la reflexión ética no son compartimientos
aislados (espacios cerrados), desconectados entre sí. Los niveles se entremezclan
y sus bordes se hallan abiertos. Por ejemplo: la búsqueda del fundamento de una
norma puede ayudarse con el análisis del significado que “norma” se tiene en una
determinada sociedad (basado ligeramente en Maliandi 1991: 43-44).
1.4. La complejidad dicotómica del ethos
Como visto anteriormente, el ethos abarca las acciones que realizan los seres humanos
de una sociedad, cultura o comunidad. Incluye las normas que guían a esas
acciones y los valores a los cuales se relacionan. Valorar, justificar y fundamentar las
normas son maneras de actuar comprendidas en el ethos, como también los niveles
de reflexión y crítica necesarios para la justificación y fundamentación. La crítica y reflexión
conducen la mayor de las veces a la anulación paulatina de ciertos hábitos y a
la creación o aceptación de nuevos. Es más, debido a la interacción constante entre
comunidades o culturas diferentes, los límites del ethos se hallan siempre abiertos,
por lo que un ethos puede integrar nuevas formas de hábitos o modificar los suyos.
a normas y valores —múltiples y, la mayor de las veces, opuestos de cultura
a cultura—, que regulan los actos humanos que constituyen el carácter (modo de
ser o comportarse regularmente) de los seres humanos. Así, el ethos o moralidad
puede ser identificado con el acto de vivir humano. La “moralidad no es un
extraño artefacto, venido de un desconocido lugar, sino simplemente el reto de
vivir como hombre —mujer, varón— en el más pleno sentido de la palabra; cosa
imposible si no es a través de todas nuestras actividades y dedicaciones” (Cortina
1994: 9).
1.3. El ethos y la ética
Pese a que en el habla cotidiana se utiliza como sinónimos a las palabras “ética” y
“moral”, en filosofía se tiende a utilizar “ética” con el significado de disciplina filosófica
(la reflexión o estudio filosóficos) y “moral” con el de objeto de esa disciplina (sobre lo
que se reflexiona o estudia filosóficamente). Pero esta distinción no es fácil conservar
precisamente por el significado y lo que comporta el “ethos”. La distinción tendería
a afirmar que en la moralidad no hay reflexión o que el ethos sería totalmente
prerreflexivo. En este nivel el ser humano se comportaría de una manera totalmente
autómata, actuaría sin pensar ni cuestionar. Pero no es el caso. Cuando ocurren los
conflictos —y los hay constantemente— respecto a lo que se debe hacer sobre un
problema urgente en una determinada sociedad, se cuestiona las normas que guían
la acción y los valores que promueven esas normas. El cuestionamiento intenta establecer
que ciertas acciones, normas y valores son mejores que otros, con lo cual se
espera solucionar el conflicto. Esto implica ya una reflexión y un estudio que justifique
no sólo las acciones, sino también las normas y los valores. Al significado de “ethos”
se integra la reflexión y el estudio de la acción normada, sea individual o comunitaria.
El ethos o fenómeno de la moralidad abarca también todo esfuerzo por aclararlo a
través de la reflexión (Maliandi 1991: 11).
Es fácil advertir que no se debe esperar al filósofo para reflexionar sobre el fenómeno
de la moralidad. Al cuestionar una norma ya se está haciendo ética, es decir, ya
se está reflexionando. De esta manera, la ética, en un sentido amplio, pertenece al
ethos. Pero la reflexión alcanza otros niveles cuando se la realiza de manera sistemática,
atendiendo a las reglas, o principios enlazados entre sí, que provienen de
estudios anteriores. Esto es lo que ha sucedido y sucede en instancias académicas,
en las carreras de filosofía, en la disciplina llamada “ética”.
De cualquier manera, lo que esto muestra es que hay niveles diferentes de reflexión
en la ética. Por cierto, los que se desarrollan en las universidades no son exclusivos
de estas instituciones académicas. La historia del pensamiento enseña sobre muchos
pensadores que han desarrollado sistemas éticos al margen de las universidades.
Kierkegaard es un buen ejemplo. La crítica de un determinado ethos tampoco
se circunscribe a la academia. Nietzsche ha podido efectuar una de las críticas más certeras del ethos cristiano quizá precisamente por no haber estado controlado por
el sistema universitario.
Una manera de clasificar a la reflexión ética es la que sigue a continuación:
La reflexión que surge a partir de las discrepancias morales o del reconocimiento
de que no se sabe cómo actuar o cómo aplicar una norma a una situación
concreta. En este nivel se hace principalmente las preguntas: ¿qué debemos
hacer?, ¿lo que hacemos es moralmente correcto, se adecua a las normas
morales?
Cuando ya no es suficiente reflexionar para saber qué se debe hacer, sino que se
busca un fundamento o una justificación para la acción, la reflexión ha transitado
a otro nivel. En éste la pregunta principal es: ¿por qué debemos hacer lo que hacemos?
El hacerla descubre ya cierto descontento con la norma que guiaba la
acción. En última instancia aquí se busca y se critica el fundamento de la norma,
aquello donde ésta se apoya. Por lo general, la crítica intenta remplazar una norma
por otra considerada mejor.
Se advierte otro nivel cuando la tarea consiste en analizar el significado y el uso
de los términos morales. Las preguntas características son: ¿qué significa “bueno”,
“malo”?, ¿cuándo y en qué circunstancias se usa la palabra “bueno”? Como
se puede notar, la reflexión no consiste simplemente en realizar descripciones
etimológicas.
Un último nivel ocurre no solamente en la filosofía, sino también en la antropología
o la sociología. La intención es observar el fenómeno moral de manera totalmente
objetiva. La objetividad significa aquí el afán de neutralidad, desde la cual
se intentaría simplemente describir la facticidad normativa de una determinada
sociedad o grupo social.
Se debe subrayar que estas divisiones en la reflexión ética no son compartimientos
aislados (espacios cerrados), desconectados entre sí. Los niveles se entremezclan
y sus bordes se hallan abiertos. Por ejemplo: la búsqueda del fundamento de una
norma puede ayudarse con el análisis del significado que “norma” se tiene en una
determinada sociedad (basado ligeramente en Maliandi 1991: 43-44).
1.4. La complejidad dicotómica del ethos
Como visto anteriormente, el ethos abarca las acciones que realizan los seres humanos
de una sociedad, cultura o comunidad. Incluye las normas que guían a esas
acciones y los valores a los cuales se relacionan. Valorar, justificar y fundamentar las
normas son maneras de actuar comprendidas en el ethos, como también los niveles
de reflexión y crítica necesarios para la justificación y fundamentación. La crítica y reflexión
conducen la mayor de las veces a la anulación paulatina de ciertos hábitos y a
la creación o aceptación de nuevos. Es más, debido a la interacción constante entre
comunidades o culturas diferentes, los límites del ethos se hallan siempre abiertos,
por lo que un ethos puede integrar nuevas formas de hábitos o modificar los suyos.
El dinamismo de las comunidades en constante interacción revela el dinamismo
del ethos. Cada cultura, comunidad o etnia cuenta con un propio ethos que “no
es algo ‘fijado’ de una vez para siempre, sino que está sometido a cambios más
o menos profundos a través del tiempo y la historia” (Maliandi 1991: 28). Por
este motivo se puede observar que un determinado ethos puede incluir hábitos o
costumbres de otros, así como, por ejemplo, el ethos cristiano incluye partes del
ethos neoliberal. Esto pide una persistente reflexión ética sobre la compatibilidad
o incompatibilidad entre hábitos aceptados y sobre la relación que éstos tienen
con los valores.
Con todo esto, el ethos llega a ser un conglomerado amplio, en constante movimiento
de apropiación o desapropiación de acciones, hábitos o costumbres y modos
de reflexión. Esto lo hace un fenómeno muy complejo cuando se quiere reflexionar
sobre él con la finalidad de definirlo (trazar sus límites esenciales) o caracterizarlo
(identificar su tabla de valores y normas de acción). Sin embargo, en una primera reflexión
la complejidad se ordena de maneras dicotómicas, es decir, se divide por dos
partes opuestas en distintas categorías. Tres de estas divisiones son importantes.
La dicotomía óntico-ética, con la cual se pretende definir al fenómeno de la moralidad
en contraposición a lo no-moral. Las otras dos son dicotomías internas al ethos y se
esfuerzan por caracterizarlo: la deonto-axiológica, que presenta la contraposición
entre lo normativo (deóntico) y lo valorativo (axiológico); y la axiológica, que presenta
la polaridad entre los valores.
1.4.a. La dicotomía entre lo óntico y lo ético
En esta dicotomía lo estrictamente ético-moral —lo que conforma el ethos— se
opone a lo fáctico, a los hechos que no entran directamente en la reflexión moral.
Se puede conformar la siguiente lista de oposiciones, la cual no está clausurada,
sino que se puede ir extendiendo de acuerdo a la escuela ética o a un ethos determinado:
del ethos. Cada cultura, comunidad o etnia cuenta con un propio ethos que “no
es algo ‘fijado’ de una vez para siempre, sino que está sometido a cambios más
o menos profundos a través del tiempo y la historia” (Maliandi 1991: 28). Por
este motivo se puede observar que un determinado ethos puede incluir hábitos o
costumbres de otros, así como, por ejemplo, el ethos cristiano incluye partes del
ethos neoliberal. Esto pide una persistente reflexión ética sobre la compatibilidad
o incompatibilidad entre hábitos aceptados y sobre la relación que éstos tienen
con los valores.
Con todo esto, el ethos llega a ser un conglomerado amplio, en constante movimiento
de apropiación o desapropiación de acciones, hábitos o costumbres y modos
de reflexión. Esto lo hace un fenómeno muy complejo cuando se quiere reflexionar
sobre él con la finalidad de definirlo (trazar sus límites esenciales) o caracterizarlo
(identificar su tabla de valores y normas de acción). Sin embargo, en una primera reflexión
la complejidad se ordena de maneras dicotómicas, es decir, se divide por dos
partes opuestas en distintas categorías. Tres de estas divisiones son importantes.
La dicotomía óntico-ética, con la cual se pretende definir al fenómeno de la moralidad
en contraposición a lo no-moral. Las otras dos son dicotomías internas al ethos y se
esfuerzan por caracterizarlo: la deonto-axiológica, que presenta la contraposición
entre lo normativo (deóntico) y lo valorativo (axiológico); y la axiológica, que presenta
la polaridad entre los valores.
1.4.a. La dicotomía entre lo óntico y lo ético
En esta dicotomía lo estrictamente ético-moral —lo que conforma el ethos— se
opone a lo fáctico, a los hechos que no entran directamente en la reflexión moral.
Se puede conformar la siguiente lista de oposiciones, la cual no está clausurada,
sino que se puede ir extendiendo de acuerdo a la escuela ética o a un ethos determinado:
Lo ético Lo óntico
Deber ser Ser
Normatividad Facticidad
Valor/Norma Hecho
Valorativo
Normativo Descriptivo
Prescriptivo
Bueno – Malo Verdadero – Falso
Deber ser Ser
Normatividad Facticidad
Valor/Norma Hecho
Valorativo
Normativo Descriptivo
Prescriptivo
Bueno – Malo Verdadero – Falso
La primera oposición da la pauta para comprender las siguientes. El “ser” está
ahí comprendido como el conjunto de hechos en los que la intervención humana,
a través de actos o normas morales, parece no contar. Son hechos que no pudieron
ser de otra manera, como el ejemplo aristotélico de la piedra que siempre
cae hacia abajo y no se le puede enseñar a “caer” hacia arriba. Por el contrario,
su opuesto, el “deber ser”, alude a los hechos que sí podrían ser modificados,
como cuando a un ser humano que siempre miente se lo habitúa a decir la verdad.
En consecuencia, la columna izquierda esclarece los conceptos del fenómeno
de la moralidad y la derecha los que pertenecen a lo óntico, a los hechos que
simplemente son.
La “normatividad” es la cualidad de lo normativo, es decir, lo perteneciente al
estudio y el establecimiento de normas para vivir en comunidad; la “facticidad” es
la cualidad de lo fáctico, de los hechos o limitado a los hechos. La oposición trata
de que la norma dicta lo que se debe hacer, mientras que lo fáctico simplemente
es, ocurre sin más. Ahora bien, una norma siempre valora, es decir, es valorativa
porque se relaciona inevitablemente con un conjunto de valores que considera
dignos de realizarse y con los cuales juzga. La norma prescribe: ordena o manda
a llevar a cabo un curso de acción a fin de realizar lo bueno y evitar lo malo. En
el lado izquierdo, que es el de la disciplina ética, se emiten enunciados imperativos
(órdenes o mandatos) de modo explícito o implícito. En el lado del ser y de
la facticidad, se da lo descriptivo: los enunciados que se emiten ahí conforman
descripciones aparentemente neutras, sin cargas valorativas o juicios de valor
que digan que lo ocurrido es bueno o malo. No se podría decir del hecho de que
la piedra siempre cae hacia abajo que sea malo o bueno; solamente se establece
si la descripción de este hecho es verdadera o falsa.
Las oposiciones establecidas en esta dicotomía son relativas. Dependiendo del
ethos donde se la establezca y el nivel de reflexión, estas oposiciones pueden admitir
serios cuestionamientos. Para advertirlo, basta tomar en cuenta que no hay
cultura o comunidad que no cuente con el fenómeno de la moralidad, por lo cual
se caracterizó al ethos como una facticidad normativa. Que ninguna comunidad
carezca de ethos es un hecho tan seguro como la piedra que cae siempre hacia
abajo. Es más, si afirmar una facticidad normativa no conlleva contradicción por
mezclar lo que pertenece al “ser” y al “deber ser”, ¿no se podría pensar que un
acto moral no sólo es bueno o malo, sino verdadero o falso? Hay algunos filósofos
que afirman que la moralidad se basa en verdades auto-evidentes. Por otra parte,
se puede argumentar que la descripción de los enunciados fácticos no es meramente
descriptiva. La objetividad de los enunciados científicos referidos a los hechos
naturales son criticados desde ethos feministas, en los que se muestra que
tales enunciados llevan siempre una carga valorativa de género, y desde los ethos
de naciones en vías de descolonización, en los que se muestra que tales enunciados
no están privados de poder de opresión. Respecto a esta última crítica, habría
que recordar lo que Foucault señalaba hasta el cansancio: el saber involucra poder y el poder sólo puede ser efectivo a través de enunciados de conocimiento.
El sometimiento de un pueblo o cultura no sólo tiene como requisito la fuerza y
el terror, sino también los enunciados de verdades que integran una ciencia. Los
enunciados científicos no son puramente descriptivos sino que conllevan cargas
o intenciones valorativas (valores éticos y políticos).
La dicotomía entre el ser y el deber ser ha originado discusiones serias sobre
si algo es ya bueno por el hecho de que es. Esto ha repercutido en el estudio de
la posibilidad de derivar de una descripción (lo que es) una prescripción (lo que
debería ser). Muchas veces se quiere justificar una acción mala aduciendo que la
vida es injusta. Es muy probable que la vida sea así, pero eso no significa que deba
seguir siendo así.
1.4.b. La dicotomía entre lo deóntico y lo axiológicoahí comprendido como el conjunto de hechos en los que la intervención humana,
a través de actos o normas morales, parece no contar. Son hechos que no pudieron
ser de otra manera, como el ejemplo aristotélico de la piedra que siempre
cae hacia abajo y no se le puede enseñar a “caer” hacia arriba. Por el contrario,
su opuesto, el “deber ser”, alude a los hechos que sí podrían ser modificados,
como cuando a un ser humano que siempre miente se lo habitúa a decir la verdad.
En consecuencia, la columna izquierda esclarece los conceptos del fenómeno
de la moralidad y la derecha los que pertenecen a lo óntico, a los hechos que
simplemente son.
La “normatividad” es la cualidad de lo normativo, es decir, lo perteneciente al
estudio y el establecimiento de normas para vivir en comunidad; la “facticidad” es
la cualidad de lo fáctico, de los hechos o limitado a los hechos. La oposición trata
de que la norma dicta lo que se debe hacer, mientras que lo fáctico simplemente
es, ocurre sin más. Ahora bien, una norma siempre valora, es decir, es valorativa
porque se relaciona inevitablemente con un conjunto de valores que considera
dignos de realizarse y con los cuales juzga. La norma prescribe: ordena o manda
a llevar a cabo un curso de acción a fin de realizar lo bueno y evitar lo malo. En
el lado izquierdo, que es el de la disciplina ética, se emiten enunciados imperativos
(órdenes o mandatos) de modo explícito o implícito. En el lado del ser y de
la facticidad, se da lo descriptivo: los enunciados que se emiten ahí conforman
descripciones aparentemente neutras, sin cargas valorativas o juicios de valor
que digan que lo ocurrido es bueno o malo. No se podría decir del hecho de que
la piedra siempre cae hacia abajo que sea malo o bueno; solamente se establece
si la descripción de este hecho es verdadera o falsa.
Las oposiciones establecidas en esta dicotomía son relativas. Dependiendo del
ethos donde se la establezca y el nivel de reflexión, estas oposiciones pueden admitir
serios cuestionamientos. Para advertirlo, basta tomar en cuenta que no hay
cultura o comunidad que no cuente con el fenómeno de la moralidad, por lo cual
se caracterizó al ethos como una facticidad normativa. Que ninguna comunidad
carezca de ethos es un hecho tan seguro como la piedra que cae siempre hacia
abajo. Es más, si afirmar una facticidad normativa no conlleva contradicción por
mezclar lo que pertenece al “ser” y al “deber ser”, ¿no se podría pensar que un
acto moral no sólo es bueno o malo, sino verdadero o falso? Hay algunos filósofos
que afirman que la moralidad se basa en verdades auto-evidentes. Por otra parte,
se puede argumentar que la descripción de los enunciados fácticos no es meramente
descriptiva. La objetividad de los enunciados científicos referidos a los hechos
naturales son criticados desde ethos feministas, en los que se muestra que
tales enunciados llevan siempre una carga valorativa de género, y desde los ethos
de naciones en vías de descolonización, en los que se muestra que tales enunciados
no están privados de poder de opresión. Respecto a esta última crítica, habría
que recordar lo que Foucault señalaba hasta el cansancio: el saber involucra poder y el poder sólo puede ser efectivo a través de enunciados de conocimiento.
El sometimiento de un pueblo o cultura no sólo tiene como requisito la fuerza y
el terror, sino también los enunciados de verdades que integran una ciencia. Los
enunciados científicos no son puramente descriptivos sino que conllevan cargas
o intenciones valorativas (valores éticos y políticos).
La dicotomía entre el ser y el deber ser ha originado discusiones serias sobre
si algo es ya bueno por el hecho de que es. Esto ha repercutido en el estudio de
la posibilidad de derivar de una descripción (lo que es) una prescripción (lo que
debería ser). Muchas veces se quiere justificar una acción mala aduciendo que la
vida es injusta. Es muy probable que la vida sea así, pero eso no significa que deba
seguir siendo así.
Al interior del ethos y su reflexión ética se manifiesta una dicotomía que permite
aclarar la complejidad:
Lo deóntico Lo axiológico
Norma Valor
Deber Bien
Imperativo Juicio de valor
Correcto Bueno
Se trata de dos aspectos principales del ethos que se hallan siempre presentes,Norma Valor
Deber Bien
Imperativo Juicio de valor
Correcto Bueno
aunque contrapuestos. La columna izquierda presenta lo deóntico en el sentido
de lo normativo; la derecha se refiere a lo axiológico en el sentido de lo valorativo.
La oposición concierne, entonces, a las normas frente a los valores. Lo normativo
alude a cómo se debe actuar en una determinada situación; aquí la pregunta
principal es: ¿qué debemos hacer? Lo valorativo da pautas para juzgar o evaluar
no sólo a una acción sino también al ser humano que la lleva a cabo. También da
pautas para juzgar la norma a la cual se adecua la acción, si el caso amerita. En lo
valorativo la pregunta principal es: ¿qué es valioso en la vida? Una vez identificado
lo valioso, éste se convierte el ingrediente básico para pasar los juicios de valor
sobre las acciones y normas. Sólo con lo considerado valioso se valora o se hace
un juicio de valor a algo.
La norma es una regla o exigencia que debe ser cumplida al actuar; es una obligación
que se la cumple actuando. En la reflexión ética se trata de establecer de
dónde extrae la norma su validez, es decir, su obligatoriedad moral. Cuando se
logra establecer esta validez se dice que la norma ha sido fundamentada. Esto se lo puede comprender al reparar que la norma dice qué se debe hacer; por
ejemplo: “¡no mientas!”. La reflexión ética sobre la norma se pregunta por qué se
lo debe hacer; por qué no se debe mentir, cuál es el fundamento de esa norma
que exige que no se mienta. Al buscar el fundamento se tiene consciencia de
que hay normas básicas y otras derivadas. La norma “¡no mientas!” puede ser
derivada de otra más básica: “¡no trates a tus semejantes como objetos!”, ya que
el mentir implicaría hacer del semejante un medio u objeto para los fines y beneficio
de quien miente. El problema de la fundamentación de las normas con que
se enfrenta la ética es la de hallar un fundamento final, aquél que ya no requiera
fundamentación alguna.
El deber es aquello a lo que el ser humano está obligado por las normas morales.
Refiere inmediatamente al imperativo, es decir, al mandato y a su expresión en
un determinado lenguaje. Lo correcto sucede cuando una acción, siguiendo el
mandato, se adecua a la norma.
Por la columna derecha, en la ética axiológica todavía sigue pendiente el problema
de la esencia de los valores, lo que facilitaría decir qué son y cómo se los conoce.
Como se tratará el valor en la siguiente sección, sea suficiente la definición de
valor como una cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes y
dignos de ser adquiridas o realizadas (estimables) en un ethos. Con estos bienes
se pasa juicios de valor sobre los actos, si son buenos o malos. Existe una distinción
radical en afirmar que una acción es buena y en asegurar que es correcta.
Cuando la acción es correcta significa que se ha adecuado a la norma, es decir,
que ha hecho caso al imperativo y no se ha desviado de él. Pero esto no implica
necesariamente que el acto y su norma sean buenos. Por ejemplo: una sociedad
puede tener leyes racistas que derivan en normas discriminatorias contra algún
sector de la población, como ocurrió con las leyes de Núremberg, en la Alemania
Nazi, las cuales privaban a los judíos de la ciudadanía alemana y de todo derecho.
Cumplir esas leyes resultaba correcto, pero, desde la perspectiva axiológica, en
ningún momento bueno. El juicio de valor que se pasaría sobre estas leyes y normas
sería negativo, pese a que el imperativo había sido cumplido.
Las cuestiones normativas y valorativas se hallan estrechamente relacionadas.
Una reflexión ética determinada, en un ethos particular, establecerá las características
de esta relación, si es necesario primero saber qué es lo bueno para saber
qué se debe hacer o si hay que aclarar inicialmente el deber y la norma para
extraer de esa aclaración un concepto de lo bueno. Los problemas básicos de la
ética provienen de esta inseparable conexión.
1.4.c. La dicotomía axiológica
La discusión filosófica respecto a qué son los valores y cómo se los puede conocer
no ha llegado a resultados convincentes y, en algunas ocasiones (el neopositivismo y las filosofías de la existencia basadas en Nietzsche), se ha negado importancia
a la axiología, el estudio del valor. Sin embargo, la “referencia a ‘valores’,
‘valores comunes’, se produce cada vez más, pero evitando entrar en la propia
definición de ‘valor’”. Se podría afirmar que “un término como ‘valor’ está siendo
usado y soslayado [evitado] a la vez”. De todas maneras, no se puede dudar de la
existencia de los valores, si bien se cuestionaría ese tipo de existencia, si es ideal
o material. Esa es todavía la tarea de la reflexión ética. Por ahora, quizá convenga
afirmar que “valores” es un término que se refiere a entidades abstractas, cuyos
ejemplos son: bien, paz, justicia, belleza, felicidad, libertad, igualdad… (Valcárcel
1994: 420, 421, 411).
Una de las características de los valores es la polaridad axiológica jerárquica. Es
decir, los valores no sólo se muestran en oposición a contravalores sino también
en una jerarquía clara. A los valores siempre se les oponen contravalores negativos.
Una lista de estas oposiciones jerárquicas no puede ser definitiva, sino más
bien extendible indefinidamente:
Valor Contravalor
Bien Mal
Deber No deber
Honor Deshonor
Justicia Injusticia
Paz Guerra
Belleza Fealdad
La columna de la izquierda presenta lo positivo y la derecha lo negativo. Lopositivo es superior y lo negativo inferior. La axiología intenta resolver primeramentela relación entre lo positivo y lo negativo, lo cual significa aclarar cómouna dicotomía axiológica se hace necesariamente jerárquica y si el lado positivopuede existir sin el negativo. Por otra parte, el reconocimiento de algo comovalioso en una comunidad implica la afirmación de que ese algo debe ser odebe ser realizado, mientras que su opuesto debe ser eliminado o reducido.En la columna positiva se dividen los valores entre los que deben ser realizadosporque no existen y los que existen pero que deben ser conservados. Una concienciaecológica comunitaria es un valor que en algunas sociedades debe serrealizada, mientras que en otras debe ser conservada. Su contrario negativoinferior, una conciencia no-ecológica egoísta, debe ser eliminado o reducido a lomáximo (en base a Maliandi 1991:27-40; Sher 1987: 129-32, 231-33, 351-54, 483-85).
Bien Mal
Deber No deber
Honor Deshonor
Justicia Injusticia
Paz Guerra
Belleza Fealdad
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